Cuando uno piensa en Río de Janeiro -tanto si ha estado alguna vez como si echa mano de la imaginación- seguro que las playas paradisíacas y el Cristo Redentor están en orden variable, casi al mismo nivel. El Cristo Redentor es el símbolo universalmente conocido de la segunda ciudad más poblada de Brasil, después de São Paulo, y antigua capital del Imperio portugués (Río lo fue hasta 1960, cuando se inauguró Brasilia).
Quizá pienses en el Pan de Azúcar, una montaña de casi cuatrocientos metros de altura que recuerda en su forma a un pastel, o en las playas de Copacabana e Ipanema, los barrios del sur de Río salpicados por el ritmo de la Garota de Antônio Jobim y Vinícius de Moraes, el manifiesto musical de la bossa nova. O tal vez pienses en Maracanã, un barrio que -si Copacabana e Ipanema están al sur- decora la zona norte de Río y da nombre al mayor estadio de Brasil. Oficialmente está dedicado al periodista Mário Filho, pero todo el mundo lo llama Maracaná. Sin embargo, a pesar de todo, cuando uno piensa en Río de Janeiro, piensa razonablemente en el Cristo Redentor.
La cuestión es que Brasil ha construido otro Cristo Redentor, a unos 70 kilómetros del actual. Se llama Cristo Protector y se terminó oficialmente el 22 de abril, por lo que ya está atacando la fama y el papel simbólico del Cristo Redentor, en comparación con el cual el nuevo Cristo Protector es más alto. Si no se cuentan los pedestales, en efecto, es la estatua de Cristo más alta del mundo (38 metros) -más alta que los 36 metros del Cristo Rey de Świebodzin (Polonia) y los 34 metros del Cristo de la Concordia de Cochabamba (Bolivia)-, mientras que si se cuentan los pedestales, el nuevo Cristo Protector sería el tercero más alto, por detrás del Cristo de la Paz de México y del mencionado Cristo Rey polaco. El nuevo Cristo Protector -diseñado por dos escultores, padre e hijo: Genesio Gomes Moura y Markus Moura- costó al parecer trescientos cincuenta mil euros, financiados íntegramente con donaciones a una asociación, la Associação Amigos de Cristo. La estatua tiene una abertura de casi 39 metros entre sus brazos, pesa unas 1700 toneladas y contiene un ascensor hasta el corazón de Jesucristo, un enorme ojo de buey desde el que se pueden contemplar los valles circundantes.
Como escribe Rachel Davis en Architectural Digest, “la estatua de acero y hormigón es más detallada que la estatua de piedra de jabón de 91 años de Río de Janeiro. Tiene rasgos faciales y cabellos más realistas, goza de casi un siglo más de progreso técnico”. Y es cierto: el Cristo Redentor se construyó entre 1922 y 1931, pesa 635 toneladas y desde sus 38 metros de altura de hormigón y piedra de jabón, salió de los dibujos del escultor franco-polaco Paul Landowski (cuya estatua se encuentra en Piamonte, en Altavilla Monferrato). El Cristo Redentor sufrió una renovación en 2010, que costó 4 millones de dólares, y toda una serie de intervenciones, como en 2014 (cuando un rayo dañó parcialmente dos dedos y la cabeza). Pero sigue ahí, en la cima del monte Corcovado, de 710 metros de altura, desde donde vigila la bahía de Guanabara. Delante, ligeramente a su derecha, está el mencionado Pan de Azúcar. Y con su mano izquierda, el Cristo Redentor -una de las siete nuevas maravillas del mundo- parece señalar el camino hacia el inmenso Maracaná.
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No es la primera vez que Brasil intenta crear estatuas más imponentes que el Cristo Redentor. En 2010, en la capital económica del país, São Paulo, se aprobaron los planes para un Templo de Salomón que sería el doble de alto que el Cristo Redentor. Debía estar terminado en cuatro años, a tiempo para la organización de la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. Las piedras se importarían especialmente de Jerusalén. Pero no se supo nada más. Como también ocurrió en 2011 cuando, en Perú, el presidente saliente Alan García afirmó que quería replicar el Cristo Redentor en su capital, Lima. El plan era secreto, incluso para el alcalde de la ciudad. Iba a ser una estatua de 37 metros, muy parecida a la original. El Ministro de Cultura se sorprendió, y varios arquitectos se pronunciaron en contra de un monumento “excesivo” y “sin sentido”. No se hizo nada. Pero incluso en Polonia, en 2010, en la inauguración del mencionado Cristo Rey en Świebodzin, hubo críticas: “Durará veinte años, luego se irá desmoronando poco a poco”. Hoy sigue en pie, superado, eso sí, por el nuevo Cristo Protector.
Fuente : Esquire
